divendres, 6 de març del 2009

[Lo que es, es]

…para los serios
con vocación de locos


Su pasión era tan sincera que no podían resistir tanto amor en sus vidas. Ni la piel, ni tan siquiera el tiempo, no eran suficientes para limitar sus encuentros. No podían continuar así, des-viviéndose en cada segundo. Arriesgando todo, incluso el mismo pene. Apostando por sentir, sin ningún punto y seguido.

Decidieron ir a ver a un anciano que vivía en las montañas. Les dijeron que el viejito era capaz de borrar los recuerdos de las personas. Habían encontrado la solución. Olvidarse de todo y volver a empezar. Sin riesgos. Lo visitaron un domingo al mediodía. El primero de entrar en la habitación fue Diego. Media hora más tarde, sin recuerdos, se dirigía a la ciudad, siguiendo las indicaciones y la dirección apuntada en un papelito que había encontrado en su bolsillo. Luego, el anciano ofreció sus servicios a Paulo. Paulo también se quedó sin memoria y se fue.
La perspectiva del escenario había cambiado. Vivían en pisos distintos. Hicieron nuevos amigos y se inventaron una familia feliz con quien celebrar navidad. Ni Diego ni Paulo echaban en falta la presencia del otro. Todo normal. Era factible tener una jornada gris de ocho horas y llegar puntual cada día, sin perderse entre sábanas húmedas. Ahora eran conscientes del tiempo. Podían pensar en un futuro, en eso casarse y otros cuentos. Eran chicos admirables, muy ordenados. Cada prenda tenía su sitio dentro del armario. Los domingos iban a tomar el café con su nueva novia. Hablaban más o menos una hora. Era terrible, no podían dar crédito que Raquel hubiese dejado, convencida, el trabajo que había alimentado su estabilidad durante doce años. Después del café, iban al cine. Le dejaban escoger la película a Ella. Cenaban juntos, follaban y la acompañaban con su nuevo coche hasta el portal de casa. Y las semanas, y los meses, y los años iban dejándose caer con aquella felicidad de papel mojado.

Un jueves, Diego y Paulo se cruzaron en el mercado municipal, por primera vez desde entonces. ¿Saben? …dos segundos bastaron para volverse a enamorar. Se miraron y…. lo demás ya se lo pueden imaginar.
Lo que es, es.