divendres, 6 de març del 2009

[Montevideo]

sos efímero
¿y yo?
¿eooo…? ¿…? ¿estoy aquí?


Hermosa, ¿ya te vas a volar? Tranquila que yo me ando por el cielo y te busco. Yo, te vuelvo a buscar. Estas fueron las últimas palabras que le dijo en la isla a la mujer de rojo. Ni el teléfono, ni la dirección, ni tan siquiera el nombre. Sólo un “Yo, te vuelvo a buscar”. Y así fue.
Aquella noche el marco era distinto. Las cuevas escarbadas por olas enloquecidas, la arena y el viento, eran campos de trigo amarillento entre pueblos de calles estrechas. Volvieron a ser amantes volátiles. Subieron a las nubes, al placer y a la sed. Él llevaba un carrito viejo de tela azul con una amapola roja. Dentro…instrumentos, una caja de acuarelas, instinto, algo de comida y semillas de sueños. Se acercó por detrás de la roja, y le susurró entre su oreja y el cuello...¿lo ves? Te encontré. La roja se humedecía al sentir su pene erecto rozándole sus nalgas. Entonces giró la cabeza, le miró a los ojos y le correspondió mordisqueándole la comisura de sus labios. Se perdieron en un portal de la plaza. Estaban desnudos encajados en posición fetal, acariciándose el sexo entre vapores de jazmín, cuando Él sacó la cajita de acuarelas de colores. La abrió con suma delicadeza, humedeció el pincel con sus labios y empezó a trazar sobre la piel roja un árbol enorme con la raíz en su ombligo. Las pinceladas eran tranquilas y amplias. Pintó miles de hojas jugando con los colores y las temperaturas. Las ramas del árbol le lamían sus pechos, el cuello, los labios...y luego los labios de él, y su cuello, y su hombro izquierdo, y su pecho… hasta llegar a su ombligo. Había acabado su obra. Ya podían estar tranquilos. Cerró la cajita de acuarelas y clavándole los ojos carbón le dijo: Dulzura, me voy. Dondequiera el viento, nos encontramos. Las hojas dirán.
[Olvid…s]

Nunca supe muy bien distinguir
cuando regresar
cuando correr o caerme
si andar de puntillas o con los tacones
cuando marchar
cuando preguntar cuándo
cuando dormirme
cuando quiero
cuando quiero querer
¿…serán las sábanas de un libro
o tal vez las páginas de una cama…?

Nunca acerté
cuando contigo
cuando sin mi
cuando respeto
cuanto respeto
cuando dar
cuanto dar
si empieza
o simplemente vuelve
¿…será duende hombre
o quizás duende mujer…?

Nunca entendí
si eran mejor minúsculas o mayúsculas
o preferirían la cursiva
cuando uno después de otro
cuando todo a la vez
derretir o morder
¿…verán mis pupilas
o ven sus pupilas en las mías?

Nunca he sabido con certeza
cuando ando
cuando sueño
cuando hicimos el amor
cuando el amor nos lo hizo
azúcar o sacarina
ignorancias o olvidos
[Ellas]
Tus manos de agua aletargan la luz descalza
su agua tararea boleros en tus manos
en sus manos tu agua
una frente la otra
una entre la otra
la una en la otra
una y otra
amándose
[per camins del Solsonès ]
el sol acluca els ulls pintant el cel de colors ataronjats , vermells, morats, ocres... com si et volgués advertir de la fugacitat del seu espectacle. t’avisa perquè puguis admirar el seu cos i la cambra infinita on actua. és llavors, quan et permets el luxe de parar el cotxe enmig del camí, encendre’t un cigarret i posar-ne alguna de pedro guerra sense tan sols intentar cantar-la. sents la terra endins, penetrant amb olor humit i a memòria de segles de lluita natural. t’enorgulleix saber on neixen les teves arrels, on brota l’origen i l’angle de la teva perspectiva. el perfil de la muntanya es descobreix com una línea que marca el teu estat d’ànim…amunt, amunt, amunt, i es deixa perdre en l’horitzó...on ja no importa la magnitud de l’èxtasi, perquè l’aire es prou dens, i tu prou fort; com per deixar-te caure i no haver d’assignar cap títol ni peu de pàgina a l’escena, per trobar-hi el sentit.
[Recorte por aquí (siguiendo la línea)]
Lo racional ya no alcanza. No puedo reseguir el contorno.
La línea de puntos con el dibujo de las tijeras en negrita precediéndola no está. Se fue.
Me gustaría poder recortar aquella tarde con su argumento en formato columnas y fotografías en blanco y negro. Recortar la crónica por la línea de puntos. Justo por ahí. Sin pensar donde está el límite (in)correcto* de las cosas. Dejándote llevar por una estúpida línea de puntos creada por quien sabe quién, quien sabe dónde y por qué.
Luego cogería el pedacito recortado de papel con la mano izquierda (la buena). Y abriría la barra de pegamento, viendo como se crece físicamente. Acariciaría el papel, por la espalda, sin reproches. Y lo pegaría en un nuevo fondo, más nítido. Esta vez en su sito. Perfectamente colocado. Donde hay justificación.
Pero lo racional, sigue sin poder abarcarlo…mientras tanto, la locura, amante de vida caprichosa y encantadOra…. baila con mis pies.


*Porqué después digan que no hay posibilidad de interpretación.
¡Libertad y subjetividad ante todo!
[Lo que es, es]

…para los serios
con vocación de locos


Su pasión era tan sincera que no podían resistir tanto amor en sus vidas. Ni la piel, ni tan siquiera el tiempo, no eran suficientes para limitar sus encuentros. No podían continuar así, des-viviéndose en cada segundo. Arriesgando todo, incluso el mismo pene. Apostando por sentir, sin ningún punto y seguido.

Decidieron ir a ver a un anciano que vivía en las montañas. Les dijeron que el viejito era capaz de borrar los recuerdos de las personas. Habían encontrado la solución. Olvidarse de todo y volver a empezar. Sin riesgos. Lo visitaron un domingo al mediodía. El primero de entrar en la habitación fue Diego. Media hora más tarde, sin recuerdos, se dirigía a la ciudad, siguiendo las indicaciones y la dirección apuntada en un papelito que había encontrado en su bolsillo. Luego, el anciano ofreció sus servicios a Paulo. Paulo también se quedó sin memoria y se fue.
La perspectiva del escenario había cambiado. Vivían en pisos distintos. Hicieron nuevos amigos y se inventaron una familia feliz con quien celebrar navidad. Ni Diego ni Paulo echaban en falta la presencia del otro. Todo normal. Era factible tener una jornada gris de ocho horas y llegar puntual cada día, sin perderse entre sábanas húmedas. Ahora eran conscientes del tiempo. Podían pensar en un futuro, en eso casarse y otros cuentos. Eran chicos admirables, muy ordenados. Cada prenda tenía su sitio dentro del armario. Los domingos iban a tomar el café con su nueva novia. Hablaban más o menos una hora. Era terrible, no podían dar crédito que Raquel hubiese dejado, convencida, el trabajo que había alimentado su estabilidad durante doce años. Después del café, iban al cine. Le dejaban escoger la película a Ella. Cenaban juntos, follaban y la acompañaban con su nuevo coche hasta el portal de casa. Y las semanas, y los meses, y los años iban dejándose caer con aquella felicidad de papel mojado.

Un jueves, Diego y Paulo se cruzaron en el mercado municipal, por primera vez desde entonces. ¿Saben? …dos segundos bastaron para volverse a enamorar. Se miraron y…. lo demás ya se lo pueden imaginar.
Lo que es, es.
[DওSORIওNTADA]

Hoy compartimos sudores*,
son las seis de la madrugada
hace diez minutos
-tan solo-
era medianoche.

Somos dioses del tacto,
somos dioses del tiempo,
uno
dos
tres
o si prefiere,
unodostres,
usted decide
música y ritmo de los segundos
¡qué no le engañen!


*ésta frase no es mía. ni de él.